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              En 1800 Alessandro Volta construyó la primera pila, 
              con lo que el misterioso "fluido eléctrico" resultaba, a partir de 
              entonces,  accesible para su estudio. 
              El estudio de la conductividad de los gases 
              (realizada a lo largo del s. XIX) proporcionó grandes sorpresas. 
              A presión ordinaria los gases no conducían la 
              corriente eléctrica, pero si se extraía gas del tubo (con la 
              consiguiente reducción de su presión) aparecían una serie de 
              curiosos fenómenos. Así cuando la presión era de unos  5 mm 
              de Hg el tubo emitía luz cuyo color dependía del gas que llenara 
              el tubo. A 0,1 mm de Hg aparecían franjas luminosas y oscuras, y 
              cuando la presión era de tan solo 0,001 mm de Hg una misteriosa 
              luminosidad verde aparecía en la zona del tubo opuesta al cátodo. 
              El estudio de esta luminosidad tuvo una importancia 
              crucial en el desarrollo de la ciencia. Pronto se demostró que los 
              rayos 
              procedían del electrodo negativo, o cátodo, con lo que fueron 
              bautizados con el nombre de "rayos catódicos". 
              Los rayos catódicos tenían ciertas similitudes con 
              los luminosos: los objetos interpuestos producían sombras, se 
              propagaban en línea recta... etc, pero también diferencias: un 
              campo magnético no tiene ninguna influencia sobre los rayos 
              luminosos y, sin embargo, desvía los rayos catódicos, mostrando 
              que tenían carga eléctrica negativa. | 
                          
                           
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              | La 
              "escuela alemana" (con Hertz como personalidad más destacada) 
              consideraba que los rayos catódicos eran ondas similares a las 
              luminosas, mientras que los científicos ingleses (Davy, Perrin...) 
              se inclinaban por una explicación corpuscular. En este contexto 
              los experimentos de Joseph John Thomson fueron 
              determinantes: 
                
                En 
                1894 informó de que la velocidad de los rayos catódicos era muy 
                inferior a la de la luz, lo que ponía a la hipótesis ondulatoria 
                en una difícil situación. Una onda electromagnética 
                debería propagarse a la velocidad de la luz.
                En 
                1897, en una conferencia dada en la Royal Society, enunciaba las 
                dos hipótesis básicas que sustentaban sus investigaciones: 
                  
                    
                    
                    El tamaño de los portadores tiene que ser 
                    pequeño en comparación con las dimensiones de los átomos o 
                    moléculas ordinarias.
                    
                    Los portadores son los mismos, 
                    cualesquiera que sea el gas utilizado en el tubo de 
                    descarga. Segun 
              J.J. Thomson los rayos catódicos estaban formados por "pequeños 
              portadores", dando la razón a los defensores de la naturaleza 
              corpuscular de los mismos: 
              "La suposición de que exista un estado de la 
              materia más finamente subdividido que los átomos de un elemento es 
              una hipótesis sorprendente" Una vez 
              confirmada la existencia de los minúsculos portadores con carga 
              eléctrica negativa (para lo que fue necesario determinar la 
              relación e/m de los mismos) se les bautizó con el nombre de 
              electrones, nombre acuñado por G.H. Stoney 
              en 1891 para lo que él consideraba entonces como las "unidades 
              básicas de electricidad". El 
              descubrimiento del electrón tuvo como consecuencia la revisión del 
              concepto de átomo como partícula fundamental e indivisible. Los 
              átomos dejaron de serlo (etimológicamente "átomo" significa sin 
              partes). En su interior existían otras partículas más pequeñas, 
              pero no serían las únicas, los protones y neutrones no tardarían en 
              mostrase al mundo. | 
               |  
              J.J. Thomson (1856-1940) |